El Clásico no solo dejó goles, faltas y tensión. También desató una nueva polémica: la figura de Lamine Yamal, uno de los talentos más prometedores del FC Barcelona, fue puesta en duda. Según algunos sectores, “no apareció cuando más se le necesitaba”.
Un partido que pedía madurez, no marketing
Durante los noventa minutos, el joven de 18 años no consiguió desequilibrar con la facilidad que acostumbra. Aun así, las críticas llegaron con fuerza. Desde la prensa madridista no dudaron en catalogarlo como “más mediático que determinante”.

En los minutos finales, varios rivales le reprocharon su actitud: “Hablas mucho”, le dijo un jugador del Real Madrid. Una frase que, más allá de lo anecdótico, resume lo que fue su noche: más ruido que fútbol.
La eterna lupa sobre las promesas del Barça
No es la primera vez que un canterano azulgrana es víctima de una exigencia que roza lo injusto. Desde Messi hasta Ansu Fati, todos los talentos surgidos de La Masia han tenido que convivir con comparaciones, expectativas y juicios adelantados.
Sin embargo, Yamal no es la excepción. A su corta edad, ya soporta la carga de ser visto como el futuro del club, una responsabilidad que incluso jugadores con más experiencia han tenido dificultades para manejar sin altibajos.
El contraste con la Selección Española
Curiosamente, donde Lamine Yamal sí brilla es en la Selección Española, donde su juego parece más fluido y su rol más definido. Bajo la dirección de Luis de la Fuente, el joven culé ha demostrado un desparpajo que muchos echan en falta en el Barça.

En La Roja, Yamal se siente libre para improvisar y respaldado por un entorno que potencia sus virtudes sin cargarle con responsabilidades excesivas. Por el contrario, en el Barça la exigencia es mucho mayor; de hecho, cada error se magnifica, especialmente en un Clásico, donde la presión es implacable y las miradas no perdonan.
El futuro sigue siendo suyo, si aprende de esto
El Clásico lo dejó claro: el talento sin cabeza se disuelve en los grandes escenarios.
Lamine tiene un potencial descomunal, pero debe aprender a manejar los silencios, a elegir cuándo hablar y cuándo dejar que el balón lo haga por él.

Si logra canalizar la presión, crecer en madurez y entender que el fútbol no perdona distracciones, Yamal podría escribir su propia historia. De momento, el Clásico fue su baño de realidad: un recordatorio de que la grandeza no se hereda… se demuestra.